JUAN MONTALVO, el derecho de insurrección (Ensayo)

(Casa de la Cultura Benjamín Carrión/Quito-2010)
 Ensayo

 INRODUCCIÓN

     Controversial... Este es el adjetivo que mejor caracteriza a la figura de un hombre eminentemente culto: político, ensayista, polemista, poeta, prosista. "Ágil, imaginativo, inestable, (...) que obliga a sus lectores a un viaje sin ruta prevista", según el criterio autorizado de sus biógrafos. 

     El nombre de Juan Montalvo Fiallos no solamente va acompañado al hecho histórico de su nacimiento, en 1832; sino, a su desplazamiento intelectual en la joven República que, por efectos de la desmembración territorial, vino a denominarse Ecuador.

     El panfletista en mención, una de las personalidades de "vida intensa y profunda"..., "polemista combativo, violento y prosado de ricas cualidades en el panorama literario de su país ocupa una posición sin par, ya sea como escritor de ideas, o como artista burilador de imágenes y metáforas", ha dicho Antonio de Oliveira Cobello, identificándolo además como un estilista incisivo: "... el hombre que construía, en el exilio, frases candentes y sangrientas que herían a sus adversarios políticos", (...) y que "sobrepasa el ambiente cerrado y conservador de la nación para situarse en el plano de la más vasta universalidad"...

     En el presente ensayo biográfico se ratifica la importancia que tiene para Ecuador la presencia de Juan Montalvo, quien nos deslumbra con su palabra y obra extraordinaria, creada y robustecida hasta el momento mismo de su fallecimiento, País (Cardinet, número 27), rodeado por cinco francos de rosas..., que él mismo ordenó comprar, vestido de frac y con una apariencia desgastada por el dolor físico de signo trágico, pero de grandeza imponderable.

     Hemos abordado su trascendencia histórica dentro del plano político, literario y psicológico que a muchos estudiosos ha preocupado y a cuyo refuerzo han contribuido autores nacionales  y extranjeros de todas las tendencias ideológicas, para entregarnos una imagen completa. Filósofos, historiadores, sociólogos, literatos, periodistas y pedagogos han analizado la vida y obra de Don Juan, en sus diferentes matrices y dimensiones.

     Nuestra apreciación gira principalmente alrededor del ilustre compañero y filósofo, como una imitación a la lectura y comprensión de sus libros que, habiendo soportado la pátina del tiempo, inauguran rutas de moral y justicia social tras el fuego de su vibrante estilo. 

                                                                                                                   
El autor:
Alfredo Jaramillo Andrade.



 JUAN MONTALVO EL CRÍTICO         
(...) p.46--52             



                                                                   (imágen de google)   


     Si son admirables los detalles revelados por el escritor Roberto Andrade, acerca de la revolución de Agosto de 1865, contenidos en su obra contra la tiranía garciana, también lo son aquellos de Juan Montalvo en defensa de los patriotas del movimiento subversivo: una de las acciones màs trascendentales en los anales históricos de nuestra joven República- Movimiento traicionado, sin embargo, por la hipocresía militar representada por el General Francisco Javier Salazar en complicidad con el Coronel Sánchez, sirvientes de García Moreno y victimarios intelectuales del mismo.

     A parte de su inteligente juicio político, hay que reconocer en el escritor ambateño un rasgo muy importante, cual es su elevado sentido crítico y autocrítico, reflejado con propiedad en el libro inimitable de Cervantes Saavedra. Su responsabilidad puntual, que no solamente fuera la del militante insobornable contra la opresión moral y física del pueblo, sino: la del defensor de una patria ofendida por el fanatismo clerical y la corrupción, también la proyecta como característica del hombre instruido, del escritor advertido de realidades, consecuente con su manera libre de pensar y de escribir. 

     En principio, Montalvo concordaba con quienes practicaron el "Naturalismo"; en cuanto que esta corriente nos muestra la naturaleza y presenta las constumbres de los hombres y los pasos de la vida como ellos ocurren: "El bien, la virtud, la felicidad -repara el ensayista y polemista- están en la naturaleza tanto como el mal, el vicio y la desgracia: luego pueden haber un naturalismo limpio y casto, y los autores que visiten el seno de la sociedad sigan ávida y habilmente el desenvolvimiento de las pasiones generosas, y la inmortalicen en libros sublimes, serán tan naturalistas como los que andan espiando la naturaleza en sus funciones secretas y pregonando más ignominia".

     Con este pensamiento, casi contradictorio como persuasivo, es que el ecuatoriano, en París, comienza la crítica desnaturalizando los ídolos de la literatura francesa; mostrando disgusto por la novela intrascendente donde, si la maestría del literato exhibe el genio que encierra la obra, "el ingenio, en cambio se queda orillando los clímax de la bajeza; las pasiones sexuales afloran para el solaz de personas psíquicamente desviadas; como si la importancia de la vida únicamente girara en torno a la naturaleza sexi-mortis de los individuos".  De esta propiedad adolece, según Montalvo, el libro mundialmente difundido "Madame Bovary". "rindiendo homenaje al vicio en el zaguán de su casa; y los pasajes imprevistos para el lector pero tan bien calculados por los protagonistas en busca de satisfacer imperiosas necesidades fisiológicas".


    (Imagen de google)    
      


     Montalvo no fue un afeminado para expresar por tal que este género de literatura era pérdida de tiempo, que él repulsaba en demasía. Pues, a su pesar, de Flaubert destaca otra clase de pasiones generadoras de un orden nuevo. Entonces recalca la necesidad de tomar para el arte "los acontecimientos felices", los "ejemplos decorosos", aquellos del estilo de los grandes maestros, con el festejo de "matrimonios castos y prudentes". Además no admite como doctrina renovadora el esfuerzo de un Zola, créase o no en su enorme talento letrístico, orgullo de Francia. Sin embargo, concede cátedra y altura a la producción de su amiga personal Doña Emilia Pardo Bazán, "...por no hallarse metida en esos vestidos, modales y jerigonzas, todo al "natural", comenta: "Sogas de carne...,  sartas de pescado hediendo, montones de coles podridas, a lo "natural"; y los personajes, con sus palabras, sus modos naturales y reales, yendo y viniendo en sucia muchedumbre, gritando, peleándose, dándose de porradas y hasta hartándose de soeces injurias, todo tan "natural" -subraya-, que el naturalismo triunfa en toda la línea.

     Comenta, asimismo, sobre el Teatro Real "La Ventre de París" y opina de cuanto su título indecente "excluye toda posibilidad de encontrar en esta pieza, sobriedad o belleza, elementos que jamás pueden encontrarse en la barriga de París.

      Así de crudo, apersonado del mérito castellano, se muestra Juan Montalvo educado en castellanía con el apoyo de un Quijote y contra el contrariamente acento de un Sancho: ¡cómo podría ser naturalista quien desea estrellarse contra la belleza implacable y el fuego sagrado de la "idea"!. He allí sus tesis, digna de ser tomada como modelo eficaz contra el encandilamiento literario y pasajero, ominoso de creatividad y de talento. Sus preceptos son exigencias y desafíos que abarcan una serie de sentimientos parecidos a los de Víctor Hugo, por ejemplo; dudo -dice- que un idealista pueda ser rabioso; más abajo concluye: "Yo pienso que un escritor naturalista puede no estar teñido con el bello ideal, que en todas las cosas es la belleza en su forma perfecta y más elevada; y pienso también que el escritor idealista no es adversario implacable del naturalismo, porque tan luego como se aparta de la naturaleza, la "idea" viene a ser extravagante y monstruosa".





(Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes - 
Capítulos que se le olvidaron a Cervantes :
ensayo de imitación de un libro inimitable. 
obra póstuma de Juan Montalvo)


     Sus advertencias de escritor comprometido, lanzadas en el tiempo en que Montalvo vivió, debieron hacer mella en el mundo intelectual substractivo...: ¡un escándalo!, lo sospechamos a ciencia cierta; pero sus enfoques de tipo filosófico, moral y estético también constituyen mensaje de aspecto libertario; le era propicio, entonces, adjudicar frases lapidarias como ésta: "a esas cumbres no se levanta el naturalismo con su pasado materialismo" ...; afirma que somos los idealistas "con rabia y todo, quienes estamos en potencia de descubrir el secreto de la felicidad humana y las puertas sagradas de otros mundos".

     Que nos diga el entendido en asuntos literarios si es o no digno de tomar en consideración esta clase de argumentos, vertidos al calor del siglo pasado. Tiéntese el debate. Bajo nuestro punto de vista actual difícil resulta desconocer el grupo de Flaubert. Goncourt, Zola y todos los franceses que han fundado al naturalismo, que Montalvo destaca pero no concita su admiración por ellos. Les niega futuro, en razón de su altivez y la falta de buen juicio por las causas de la humanidad más necesarias en la consecución del entendimiento, de la paz y el desarrollo social; contradiciéndose posiblemente en todo cuanto el aparato soviético trataba de modelar con su gran Revolución de Octubreque Juan Montalvo jamás apropió, encandilado como estaba por su propia lámpara, encendida contra el oscurantismo imperante en nuestro País...

     Claro está, bajo el concepto, la obra "El Jesuita" le parecería de lo mejor, ya que su autor se oculta -nos manifiesta-, y no puede menos que ocultarse, porque es un clérigo: "¡pero qué clérigo! Las pasiones en sus manos, son dóciles instrumentos de la naturaleza, y en el torbellino que ellas forman alrededor del nudo del romance, no hay cuidado que falte un punto a los mandatos de las leyes del decoro". Contrariamente condena la novela donde el uso del cigarrillo de los personajes parecería ser ley motiv del asunto, debido a la exageración patética de un Albert Delpit, o de un Guy de Maupassant; argumentos novelísticos que impresionan al ecuatoriano, por su risible contraste con esas otras, más eficaces y duraderas que él señala sinceramente: la NUEVA ELOISA, OBERMAN Y RENÉ, apartadas de los lapsus adulterinos, consecuentemente repetidos y repetitivos de moda que estimula la falta de pudor, la desesperación burguesa y el crimen pasional y la perversidad de la conciencia. "Enseñar deleitando, deleitar enseñando, no son virtudes de las obras que más fama tienen hoy en París", nos dirá al oído.



 (imagen de google)



     También defiende al "lector en pañales, incapaz de comprender las grandes cosas del arte y de la literatura". Y encara, además, cualquier reducido criterio, con severa serenidad de hombre cultivado en las lecturas de los filósofos y pensadores griegos y latinos; pronunciando, para orgullo del continente Americano, los nombres de Poe, Longfellow, Irvin, Prescott, Cooper, Motley, al norte, y, acá, en Francia: Chauteaubriand, Víctor Hugo, Sante Beauve; decretando que muchos de los detractores del arte literario no conocen la literatura universal, a pesar de estar inmersos en lo que las corrientes francesas y los afrancesados amaneramientos consideraban en cierta época a París, la cabeza del mundo. ¿Qué cuenta ha de darse de Alejandro Manzzoni, en los "Desposados" poeta de primer orden y gran prosista al parecer de Juan Montalvo?... Sugiere, además, reverenciar la fama de un Máximo d`Azeglio, italiano que junto al anterior sabe cómo de los grandes argumentos salen las grandes obras: "Los grandes escritores tienen la virtud de poner a la vista el carácter de un personaje con una pincelada" , ya que es la representación histórica fluyente la más significativa determinante del heroísmo, del amor cívico, del desprendimiento de los bienes pasajeros por lograr la felicidad de la Patria. Sin prescindencia de la mujer, aunque se trate de una interjección épica: "Héctor Fieramosca es el protagonista del romance, y María Ginebra de Monreale la figura amabilísima que arranca lágrimas.".

     El incorruptible y sarcástico Montalvo, gestor del nuevo ensayo en Sur América aprecia la belleza tanto como los defectos en favor o en contra de la calidad literaria, y, donde quiera, su pluma toca la inmadurez intelectual que no reconoce ni en Francia la gloria de quien la merece de veras: "dije que los franceses no habían querido otorgar al FIERAMOSCA el pase de la fama; y me fundo en que este pueblo, desde muy atrás, es el supremo dispensador de la gloria".

     Su declaración lo lleva a rendir culto a los buenos libros, sin importarle las pocas faltas que puedan detectarse de principio a fin. A este respecto opina: "El que no haya pecado tire la primera piedra. Denme filólogo, sabio académico que salga limpio en la obra misma en la cual está corrigiendo los vicios de los demás y recordando los preceptos del arte". Montalvo, el apasionado amante de "El Quijote y de la verdad histórica desnuda de los pueblos, emitirá juicios y acusaciones políticas, más allá de las enseñanzas morales de que fue capaz. Muestra empatía a los derechos del prójimo, a la honestidad de los individuos y a la independencia de las creencias populares. Era partidario, además, del dato histórico para el ensamble aún novelístico del mismo.



 (Obra: Las Catilinarias-imágen de google)



     ...Preciosa pieza romántica y fustigadora de empresas inmorales resulta ser aquella intitulada "Fray Miguel Corella" entregada a la posteridad como ejemplo. Cuánta claridad y grandeza en la forja literaria de esta novela cortísima, pero de muy profundo contenido, en la cual se trasunta un hecho verídico del siglo décimo sexto. El asunto, en pocas palabras, es el siguiente: un crimen espantoso cometido al pie del altar (Fray Miguel Corella a su hermano Toribio que había conquistado el honor de la esposa de aquel), crimen que tuvo el castigo de quien adultera la virtud por el hambre insaciable de la pasión sexual... ¿Quiere el lector tomar todo el sabor de la misma?. Pues, las páginas 185 a 190 se lo darán en "El Espectador", publicado por Editora BETA, de Medellín, República de Colombia. Después de ello valdría la pena escuchar criterios... Empero, Montalvo, sí los anticipa con su característica grata a los ojos de los lectores cuando dice: ... "Me gusta la vigilancia con que algunos literatos montan la guardia en el palacio del idioma; y cuando estos vigías de penetrante vista nos advierten la presencia del enemigo, soy el primero en echar el arma al brazo e ir en defensa de esta segunda religión que se llama lengua pura, lengua clásica. Don Marcelino Menéndez y Pelayo me ha dado la voz de: Moros no hay en la costa: y aquí me tienen ustedes lanza en ristre contra ese musulmán llamado EL ESPECTADOR, que nos ha traído envuelto en su manto de rey antiguo un Moro Muza desemejable, que puede hacer daño, si no en España, por lo menos en América. Moro Muza digo, y digo mal; es un galo bárbaro, de esos rubios hijos del Sena, del tiempo de Carlomagno, con bigotes como cola de buey bermejo, y borceguíes de cuero de danta con hebillas de fierro. Luego no se trata del conde don Julián, sino de Galalón, que es el emblema de los traidores en Francia. "Todo buen francés está obligado a tirarle una piedra a Galalón, dice el primero y el último de los poetas franceses: sepa Víctor Hugo en el Panteón, que todo buen español está obligado a tirarle cuatro piedras al galo intruso que pasa los Pirineos a sobornar y corromper a Miguel de Cervantes". "Romance, dice don Marcelino, es galicismo en la significación de novela. En España nadie comprende que se habla de novela cuando se la llama romance". "Como si no hubiera sabido esto, fui yo a soltar ese gazapo en el tomo segundo de EL ESPECTADOR, ROMANCE, en español, es la composición en verso de arte menor, en donde se refieren amores, aventuras o hechos de armas de los héroes populares. EL ROMANCERO DEL CID hubiera bastado para salvarme de ese error, si, por mucha que sea nuestra voluntad no nos faltaran la atención y advertencia cuando más necesitamos de ellas. Entre franceses, romance es la verdadera novela; y NOUVELLES llaman éstos a las novelillas cortas. Le pongo, pues, de patitas en la calle a ese gabacho advenedizo, y los dominios del ESPECTADOR quedan libres de moros, francos y lombardos, gracias a don Marcelino Menéndez."

(...) 

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